Sentimientos ante la vuelta al trabajo y el comienzo de la guarde 7 años ago

De repente ha llegado, esa semana que veía tan lejana hace nueve meses, cuando nacía mi hija Inés; esa semana que tras 14 meses en casa pensaba que no llegaría nunca: la de mi vuelta al trabajo.

Ha sido una semana llena de altibajos: un día estaba muy triste por tener que separarme de mis hijos, otro pensaba que no era para tanto, un día no me aguantaba ni yo de lo cansada que estaba y al siguiente estaba llena de energía…La maternidad me ha vuelto mucho más intensa para todo, para lo bueno y lo menos bueno, y no puedo evitar sentir todo lo que está relacionado con mis hijos de un modo muy fuerte.

 

FullSizeRender

 

En realidad, teniendo en cuenta las leyes del país en el que vivimos, puedo decir que soy afortunada, en primer lugar por tener trabajo y poder trabajar además en algo que me gusta; y en segundo por haber podido estar en casa con mis hijos durante 14 meses entre el embarazo y los meses posteriores al parto. Es cierto que para ello en casa hemos tenido que hacer un esfuerzo para poder soportar los meses de excedencia, pero al final tanto mis hijos como mi marido y yo hemos ganado en tiempo y momentos juntos, y eso no lo cambio por nada.

Volver al trabajo después de dar a luz cuesta mucho, tener que separarnos de nuestros hijos, tengan la edad que tengan; adaptarnos a nuevas rutinas y horarios…pero es cierto que si trabajas en algo que te agrada, y tienes un horario un poquito decente, una vez te incorporas, te das cuenta de que no es para tanto; de que viene bien hacer alguna cosa diferente a las que haces en casa y que aunque sea para trabajar, ese «tiempo para ti» es muy beneficioso. Además, echas de menos muchísimo a tus hijos, y por tanto cuando los ves los valoras mucho más y te apetece dedicarles mucho más tiempo.

Yo este curso saldré de trabajar sobre las 5, así que pienso dedicar toda la tarde a jugar y pasar tiempo en exclusiva con ellos; tiempo de calidad, del de verdad. Habrá ratitos para el resto de cosas necesarias para sobrevivir (comidas, limpiezas y esas cosas aburridas de la casa), pero me he prometido a mí misma que ni una tarde dejaré de dedicar un ratito para ellos por muchas cosas que haya que hacer en casa. Todo puede esperar, menos ellos, que crecen a un ritmo que ni siquiera soy capaz de asimilar.

Así que a estas alturas, tres días después de volver a trabajar puedo decir que estoy agotada pero feliz, al final ha sido mucho menos duro de lo que pensaba, y aunque a todos nos está costando este cambio, nos adaptaremos lo mejor que podamos, y compensaremos los ratitos de ausencia de mami con otros en los que me tengan al cien por cien, sin móvil, sin ordenador, y sin otros «trastos» que me distraigan de lo realmente importante: ellos.

 

Ahora vamos con la segunda parte de la vuelta al trabajo…la más dura.

Si mamá trabaja, y papá, abuelos y tíos también, nos toca buscar un lugar en el que poder dejar a nuestros hijos.

Con Álvaro ya pasé esta fase, y ahora va al cole; pero a Inés le toca incorporarse a la escuela infantil. Los que me conocéis o seguís hace tiempo sabréis que yo trabajo en una escuela infantil, y que por tanto Inés viene conmigo. Pensaréis entonces que no tengo porqué quejarme, pero quiero que sepáis que lo sufro igual que vosotros.

Tengo unas grandes compañeras en la escuela infantil, siento la misma tranquilidad de que Inés esté con ellas que si estuviera con alguien de mi familia, ese punto lo tengo a favor, pues la mayoría de las veces no conocéis realmente al personal que trabaja en centros infantiles.

Pero en contra tengo estar cerca, en la clase de al lado, y no poder «beneficiarme» de esa frase tan conocida: ojos que no ven, corazón que no siente. Si mi hija llora (porque aunque para mí mis compañeras sean personas de confianza, para ella son desconocidas, y necesita un tiempo para hacerlas también de su propia familia), yo la escucho, y no puedo ir con ella, porque hay otros niños que me necesitan: mis alumnos, y al fin y al cabo estoy trabajando por y para ellos.

 

d

 

Ella pasa por el periodo de adaptación igual que los demás, ella va a llorar, no va a querer venir a la escuela infantil, no va a entender por qué de repente todo ha cambiado, por qué ahora mamá desaparece, por qué no está en casa todo el día como lo hacía antes, y yo siento ese nudo en el estómago igual que lo vais a sentir vosotras. Tengo la certeza de que en cuatro días estará fenomenal, porque lo sé, porque lo llevo viendo desde hace muchos años, tanto con mis hijos como con el resto de niños con los que he trabajado; pero también sé que hasta que eso no ocurra las dos vamos a pasarlo mal. Que sí, que a veces me escaparé a darle un abrazo, no os voy a mentir, pero ella querrá más, ella querrá a su mami, la que está en casa con ella y su hermano; no a la que está rodeada de otros niños, a los que coge y besa también; y esa mami no va a poder estar allí con ella todo el tiempo.

Sé que muchas de vosotras os sentiréis fatal este fin de semana, hay algo que se forma en nuestro estómago cuando nos convertimos en madres que late muy fuerte ante cualquier cambio relacionado con nuestros hijos. Algo que nos quita el sueño y las ganas de comer, que aprieta en momentos difíciles, y que explota en momentos felices. No podemos evitar sentir todo de esta forma tan intensa, porque somos madres, porque desde que nos convertimos en ello nuestra vida cambió para siempre y nunca volverá a ser la misma.

Nos esperan semanas de mimos, de lloros, de regresiones en algunos avances que ya hayan hecho los niños; pero cuando veamos todo negro, de repente, un día, nuestros hijos echarán a correr al entrar en el centro infantil, se olvidarán incluso de nuestro beso, y nosotras nos iremos con una sonrisa de oreja a oreja porque habremos superado juntos una nueva etapa.

Nos quedan muchas más, que no podemos evitar, porque aunque nos encantaría hacerlo, nuestros hijos crecen, y el mundo sigue avanzando; el amor no hace que deje de girar. Lo más importante al final es que nuestros hijos, tengan la edad que tengan, sepan que estamos ahí, a su lado, y que siempre vamos a estarlo, pase lo que pase.

No te sientas mal por lo que sientes o piensas, que nadie te diga que son tonterías, o que exageras, yo te entiendo, y estás en tu derecho de sentirlo; si te reprimes no podrás enseñar a tus hijos a sentir libremente. Desahógate, llora o haz lo necesario para que estos pasos sean un poquito más sencillos de sobrellevar.

 

Por mi parte, voy a preparar para este mes una sorpresita en la que unos cuantos papis podremos hablar de la incorporación de nuestros hijos a la escuela infantil (o colegio), y expresar nuestros nervios, dudas e inquietudes. Será online y totalmente gratis, y aunque todavía no puedo proporcionaros más datos sí que os invito a enviarme un email si estáis interesados en asistir de forma virtual a esta tertulia para reservaros una plaza pues serán muy limitadas (entre 8 y 10 personas como máximo). Si os apetece asistir escribirme a viviendoconpeques@gmail.com y os reservo una plaza para que no os perdáis este encuentro tan interesante.

Y ahora a disfrutar del finde, que hoy, por lo menos en esta casa, ni se trabaja ni se va al cole o a la guarde, así que vamos a llenarnos de momentos con nuestros peques para que luego la semana se nos haga un poquito menos dura.

Besos, ánimos y abrazos a montones  🙂

This entry has 2 replies

Hola María, qué bien lo has explicado! Me alegra saber que todo va bien y seguro que Ines también se adaptará rápidamente. Los niños se adaptan a los cambios mejor que nosotras. Yo por suerte ya he pasado el periodo de adaptación de mis hijos y espero ilusionada que vuelvan al colegio y comencemos la rutina porque ahora tenemos a los (benditos) abuelos ayudando mientras nosotros trabajamos. Un besito.

Deja aquí tu comentario